Alejandramarzo 19, 2021
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Los efectos erosivos evidenciados en las edificaciones debido a las corrientes de aire, son hallados en zonas áridas o semiáridas, donde fuertes vientos arrastran partículas abrasivas y agentes químicos erráticos. Este fenómeno depende de las características físicas del terreno, donde es mayor el efecto mientras más libre sea la zona. Las partículas de mayor tamaño, arrastradas por los fuertes vientos, tienen mayor poder abrasivo que las de menor tamaño. Estas impactan en las partes más bajas de las barreras verticales que encuentran en su camino, vale decir, en los paramentos de las edificaciones afectadas. Las partículas más finas arrastradas presentan un menor poder de impacto, pero generan otro tipo de erosión debido a que arrastran consigo finas partículas salinas. Estas se van depositando en las edificaciones e ingresan en actividad al contacto con la humedad de ascenso.

Las edificaciones altas, con grandes superficies de contacto, experimentan presiones de vientos que comprometen su estabilidad, perturban la estanqueidad de las aberturas y fuerzan el ingreso de agua de lluvia a través de fisuras, tubos de ventilación, etc. Uno de los ejemplos más evidentes del efecto erosivo del viento se halla en zonas costeras marítimas, donde el agua con salitre es atomizada por los fuertes vientos, en zonas con playas de arenas silíceas y partículas de conchillas puntiformes.

En zonas de costas marítimas se verifican casos donde llegan a esmerilarse los vidrios de las edificaciones perdiendo su transparencia, producto del ataque erosivo. Otro efecto perjudicial producido por el viento se presenta cuando se acelera el proceso de evaporación de superficies húmedas, originándose enfriamientos importantes responsables de causar, en algunos casos, congelamientos y/o inconvenientes por condensación y falta de confort.

El viento atomiza el agua con salitre y lo conduce hasta alojarlo en contacto con muros, techos, elementos metálicos corrosibles, pinturas, maderas, etc. Dejando una película de sal. Los cristales de sal son altamente higroscópicos, por ende, se genera permanentemente un medio corrosivo en presencia de la humedad ambiental. En los casos donde se produce este fenómeno en presencia de corrientes eléctricas, se pueden producir disociaciones electrolíticas que forman otras sales o ácidos corrosivos. Está comprobado que los procesos anteriormente citados se producen más acentuadamente durante las noches donde se verifican con mayor facilidad las condensaciones de humedad. Luego, se secan por acción del viento y se producen las oxidaciones.

En las zonas donde existe una gran vegetación se genera anhídrido carbónico en proporciones, que, disuelto en las partículas de agua de condensación, van cayendo sobre las edificaciones, en especial, durante las noches, produciendo microclimas ácidos. Algo similar ocurre en zonas industriales donde se forman agentes polutivos como vapores sulfurosos, sulfhídricos, nítricos, etc.

En las zonas bajas, cercanas al nivel del mar, las concentraciones de gases atmosféricos corrosivos son mayores. Por el contrario, en las zonas altas, la cantidad de oxígeno y también la suma de compuestos más pesados en el aire, es sensiblemente menor. Por lo tanto, las edificaciones en sectores altos sufren menos deterioros respecto de las zonas bajas. Las zonas elevadas cuentan con humedad relativa ambiente más bien baja, con lo cual, la descomposición del material orgánico se minimiza. Un ejemplo de ello es la preservación de las momias andinas. En estas zonas, los vientos son intensos y secos, lo cual impide la formación de la vegetación fototrópica que causa daños en paramentos.

La vegetación invasiva se produce cuando los vientos transportan semillas y posteriormente se alojan en distintos lugares. Las colonias fúngicas prosperan en el interior de los edificios habitados cuando, esporas transportadas por los vientos, son captadas. Esto ocurre al sacudir alfombras, frazadas, barrer pisos o se limpian en seco las paredes contaminadas.

Es interesante el estudio de la conservación del material con el cual se construyen las cabañas de troncos. Son construcciones rústicas, donde los troncos son cortados en muchos casos con hacha. El agua naturalmente busca ascender por los capilares verticales de los troncos, pero cuando se talan utilizando el hacha, estos quedan bloqueados con el arrastre de resinas en la zona de la corteza. Este fenómeno no ocurre al utilizar sierras. Cuando se producen las lluvias, la corteza queda saturada y posteriormente los vientos secan rápidamente las capas superficiales, disminuyendo la temperatura periférica, con lo cual el desarrollo microfúngico resulta inhibido. Sin embargo, esto no sucede a nivel interno, en la corteza, donde el proceso de putrefacción se acelera.

Se sabe que el proceso de humectación a través de la corteza produce un hinchamiento de la fibra celulósica, desde el núcleo hacia afuera. Ahora bien, cuando los vientos secan rápidamente la superficie exterior de los troncos, se produce una contracción que genera grandes fisuras en todo el largo de las fibras. Estas fracturas no se producirían si el secado fuera lento, más bien se verificaría una leve deformación plástica de la madera.



Auspician Entreplanos




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